Lo que dice la boca de la sombraSusana Blas
“He encontrado la definición de lo Bello, de lo para mí Bello”- escribe Baudelaire- “Es algo ardiente y triste, algo un poco vago, que abre paso a la conjetura…Una cabeza seductora y bella, una cabeza de mujer, digo, es una cabeza que hace soñar a la vez-pero de una manera confusa-en voluptuosidades y tristeza; que arrastra una idea de melancolía, de lasitud, hasta de saciedad…”1 Tristeza y voluptuosidad. Del negro a la luz. Liberarse del mar de tinieblas… pero pudiendo transitarlas de vez en cuando. Espejismos, sueños, alucinaciones, visiones, apariciones, ausencias, elucubraciones, cine, premoniciones, literatura, orgasmos, adiciones, intuiciones, caricias, posesiones: estados expandidos de la mente que nos ofrecen grietas a “realidades paralelas”. Opciones para digerir lo que no entendemos, lo que no reconocemos; y que nos ayudan a desprendernos del hastío diario. Siento que aunque algunas veces queramos permanecer escondidos bajo el edredón caliente de la cotidianidad, otras, nos acechan las ganas de lo inesperado, del cambio, “del otro lado”, aunque traigan inseguridad y miedo adosados. Tristeza y voluptuosidad. Del negro a la luz. Salir de las tinieblas… pero pudiendo transitarlas de vez en cuando. Soledad Córdoba habla de todos esos “otros ámbitos” en sus fotografías, y los tamiza por su propio cuerpo; los mastica ella misma y los revive y representa como su propio calvario de purificación. Sigilosa, anónima, sin más ayuda que la persona que la asiste, a la que ella ha elegido para entrar en ese trance de creación, realiza una acción intima en su estudio de la que luego obtiene una serie de fotografías. Y esa performance oculta, discreta, que la artista ejecuta como punto de partida de sus proyectos, no es un posado cosmético para obtener un resultado visual, tal y como ocurre en un reportaje de moda; sino un tránsito real, entregado y profundo… a esa espesura de cabellos milenarios, a la medusa, a la madeja de lana de la temporalidad. Su cuerpo se recorta, y se inserta en el negro atemporal de sus fondos. Notas de vampirología 4 de octubre de 2005 Yo le había comprado una esfera de cristal de murano, casi una bola de adivinación, no muy grande, transparente, de las que caben en la palma de la mano. El me trajo una esfera, de barro, cocida y pintada por él. La escondía para mí en el bolsillo de su extraña chaqueta. Esta coincidencia de forma, de objeto, sólo fue la primera de las sintonías de la noche; en la que de nuevo hubo fiesta y siesta. Hubo vino, hubo tisic polibku en la noche larga de velas y melenas. Enredadas. Hubo ojos emborronados de lápiz negro. Los suyos. Perdidamente…vampira. 11 de octubre de 2005 Sabes bien que nuestra casa ha sido un bunker desde que te fuiste y también una fortaleza con empalizada de espino, y un castillo encantado, y un zulo, y una gruta paleolítica, y una ratonera, y un nido en un ciprés. Sabes bien que los echábamos a todos tarde o temprano porque no entienden que vivas aquí como fantasma conmigo y que te pasees por el estudio todo transparente, con tu música callada. Sabes bien que desde que te fuiste de esa manera, que no de la otra, no se ha oído entre estas siete paredes esa música que tú sabes, tu música; que nadie ha osado hacerla retumbar, ni siquiera yo. Que la banda sonora de mi vida en estos dos años son melosas cancioncillas francesas de nuevas cantautoras tristes; jazz sinuoso y flamenqueo… Pues bien; este fin de semana…la casa despegó de nuevo y el vendaval era tan fuerte que levantaba mi melena. Por un momento me vi fuera, en la calle Dos Hermanas, contemplando como mi cuarto despegaba como un platillo volante. La casa voló de nuevo con este vampiro, como en los viejos tiempos. Radio Head la hizo bailotear, Primal Scream la devoraba, Nick Cave la embriagaba. Ramones la resquebrajaba. Algunas veces tuve que taparme los oídos como entonces. Sabes bien que esperábamos una criatura fuerte que pudiera trepar el muro del castillo. A él no le hizo falta la escalada porque vuela como los murciélagos. Se coló dentro con su melena-capa y dijo bien alto con su acento raro: ¿No podríamos quitar un rato toda esta música llorosa y oír algo a los Strokes? Y yo me quedé primero paralizada pero luego sonreí, me alegré y regresé a decir: “sí, claro” pero cuando llegué ya era tarde, no me había esperado…había abierto por su cuenta las ventanas y Ramstein ya incendiaba de placer nuestra casa. 20 de octubre de 2005 Aprender estoy aprendiendo… y sobretodo estoy descubriendo qué hay de veraz en toda esa mitología que atesoramos sobre vampirología, o al menos, lo que “cumple o no” este vampiro mío que me roba el descanso nocturno. Ya sabéis que mientras los aparecidos son espíritus sin continente carnal y por tanto inofensivos, los vampiros son cuerpos indebidamente habitados por el alma, que regresa del purgatorio y se introduce en ellos. Son, por tanto, “espectros corpóreos” y algo “corrompidos” como muy bien me explicó Marina, que de identidades en tránsito sabe mucho:”Mas que nada por vivir a lo largo de los milenios… se vuelven amorales, Susana, ten cuidado…”-me dijo. Pues bien, por ejemplo os diré que no es tanto morder… que el vampiro no muerde a sus victimas sino que aspira la sangre por succión a través de los poros de la piel. Y que sí se reflejan en los espejos, simplemente se vuelven difusos, emborronados, pero reflejar sí se reflejan. Al menos éste, repito. Para colmo mi alcoba está forrada de espejos… ya lo sabéis. También es verdad que se pueden transformar en toda clase de animales, como arañas o mariposas; y sobretodo en pequeños mamíferos como los murciélagos. El mío a veces es tremendamente delicado y lánguido y presume de modales en la mesa… como un dandi; y otras, abre la despensa y sus manos se convierten en zarpas y muñones para devorar un trozo de pan reseco. Da miedo cuando bebe el agua directamente de la jarra para saciar su sed de líquido… y cree que no lo observo. Lo más sorprendente es que no sólo mutan en animales, también en niebla o en paja. Ayer noche tirando con él los envases reciclados en los contenedores de la calle Embajadores, sentí como se difuminaba en niebla unos segundos, y casi imperceptiblemente de nuevo se corporeizaba…. ¡Muy extraño! No dije nada. Tampoco el ajo es un remedio universal, pues éste desayuna pan tomaca; y sí es cierto que no puede salir más que de noche, y que gusta de usar sombrero y abrigo-capa. “Y Gabriel volvió lentamente hacia la escalera que conducía a la planta de arriba y a su torreta mientras Vardalek seguía tocando el piano con tanta violencia que supuse que se romperían las cuerdas de un momento a otro. Sería imposible que alguien oiga una música tan extraña como la que oí en ese momento, una música que era el pálpito de un corazón atribulado.» Conde Stanislau Eric Stenbock Historia verdadera de un vampiro (1894) De la casa temblorosa Si Victor Hugo dijo “Lo que dice la boca de la sombra”, Borges escribió: “Más precioso es el roce. De tu boca en la sombra.” A veces la propia casa de uno se torna tenebrosa, temblorosa, diferente, “de otro”, y hasta entrar en las habitaciones sin luz…nos da miedo, aunque una vez traspasado el umbral de la estancia y todavía en penumbra, sintamos que es un lugar cálido, confortable. Kafka decía que todos llevamos una casa dentro y que cuando algunos caminamos a buen paso, se pueden distinguir los ruidos de los muebles, golpeándose en las habitaciones de órganos. La mente es también una casa. A mi me gustaría clausurar algunos cuartos de mi vida, los de la pérdida y el miedo, que durante algunos meses se mantuvieran sellados, pero guardando yo la llave para de cuando en cuando traspasar en camisón ese umbral de telarañas y bañarme en las aguas de la melancolía, de aquellos, nuestros días… juntos. Deteneros esta tarde en las fotografías de Soledad Córdoba, en sus punzantes “autorretratos”, y comprobad que son imágenes atrapadas en un tiempo de nadie. Sin anécdotas… Embargadas por la solemnidad y la compostura de quien se abandona al éxtasis y al dolor dulce y aceptado, con aromas prerrafaelitas de lánguidas herencias. Un tiempo otro. ¡Llévame contigo! ¡Ráptame a tu vida! Parecen gritar. ¡Llévame, llévame! ¡Crúzame la barca! Y las flechas se convierten en plumas heridas, y los mechones de tu pelo en las trenzas por las que trepar el muro del castillo. De mi boca brotan ramas de fuego rojo, en mis cabellos florecen nuevas especies. Mi sangre se convierte en la sangre que sin remedio…a borbotones succionas. “Son húmedos mis labios y la ciencia conozco de perder en el fondo de un lecho la conciencia, seco todas las lágrimas en mis senos triunfales… y hago reír a los viejos con infantiles risas. Para quien me contempla desvelada y desnuda reemplazo el sol, la luna, al cielo y las estrellas. Yo soy, mi caro sabio, tan docta en los deleites, cuando sofoco a un hombre en mis brazos temidos o cuando a los mordiscos abandono mi busto…”
1 Charles Baudelaire, Las flores del mal, 1857.
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