RESISTENCIA (2017)Arrastrar piedrasJosé Jiménez Esas mujeres: Guerreras, nos miran fijamente, desafiando con sus intensos ojos azules cualquier pretensión de dominio ajeno. Están en sí mismas. Son plenamente libres. Otra mujer, cubierta con velo negro, con los pies descalzos, transporta piedras en un paisaje desértico. Gira en círculo sobre el cúmulo de piedras que forma un eje de rotación. Se sitúa sobre las piedras, las cubre con su velo negro. Las transporta a la cima del montículo, arrastrándolas con cuerdas. Y, también allí, se sitúa encima de ellas. Arrastrar las piedras de la existencia, girar en torno a ellas, hasta conseguir dominarlas, convertirlas en escala de la elevación. En Resistencia, Soledad Córdoba continúa desplegando lo que constituye el hilo de continuidad de su trabajo artístico: el cuerpo, su propio cuerpo, como signo para construir historias. Historias de mujeres. Historias de humanidad. En la exposición, en Resistencia, encontramos tres dibujos de gran formato de la serie Guerreras y tres vídeos: Acción de fuerza I, II y III, que se integran en una instalación unitaria, tras el cúmulo real de piedras cubierto con el velo negro también real. Velos negros, ojos azules. En su poema La luna y el tejo [The Moon and the Yew Tree], Sylvia Plath escribió: «Esta es la luz de la mente, fría y planetaria. Los árboles de la mente son negros. La luz es azul.» [«This is the light of the mind, cold and planetary. The trees of the mind are black. The light is blue.»] El poema expresa la oscuridad del lugar donde ella vivía, en donde ni siquiera es capaz de ver “si hay un sitio adónde ir”. Ni siquiera la luna ilumina: “es calva y salvaje”. Y el mensaje del tejo es “la negrura”, “la negrura y el silencio”. Oscuridad y tinieblas de la existencia: Sylvia Plath expresa poéticamente la dificultad, la terrible dureza, que implica ir adelante. Avanzar en la vida. Y a ello también apunta, convirtiendo su cuerpo en expresión poética, Soledad Córdoba: avanzar, ir adelante, elevarse, supone inevitablemente llevar cargas, por propia voluntad o impuestas. Arrastrar las rocas, las piedras, que eso sí: después de girar en círculo en torno a ellas, después de soportar todo su peso en el arrastre, hacen posible la elevación. Situarse encima. Tocar el cielo. La cuestión se hace más determinante y aguda siendo mujer. Y eso es lo que relata plásticamente Soledad Córdoba, a través de un conjunto de visualizaciones performáticas, que permanecen en el tiempo en retención de la imagen. Es preciso adoptar la mirada libre y la desnudez de la fuerza propia, porque en este mundo pleno de incertidumbres ser mujer implica necesariamente ser guerrera. Desplegar fuerzas para resistir y avanzar, para superar los obstáculos y construir el ámbito propio de la vida. Elegido en libertad, más allá de prejuicios e imposiciones externos. Arrastrando y dominando las piedras de la negación de lo humano. Resistencia es así un grito intenso de libertad. Una expresión plástica de gran intensidad, plena de ecos y resonancias, acerca de la necesidad de la autoafirmación ante las dificultades y problemas de la condición existencial de los seres humanos. En su propia escritura, Soledad Córdoba relaciona estas cuestiones con el pensamiento filosófico de Jean-Paul Sartre, a través de la dinámica que se establece entre “el juego de la voluntad” y la existencia humana, caracterizada como proyecto. El 29 de octubre de 1945, Sartre dio en París una conferencia, cuya transcripción taquigráfica se publicaría como libro de forma casi inmediata, con el título El existencialismo es un humanismo. Y es ahí donde Sartre plantea por vez primera que la existencia humana implica siempre un proyecto de vida: el ser humano es, ante todo, un proyecto. Ésta es su formulación: “El hombre es ante todo un proyecto que se vive subjetivamente, en lugar de ser un musgo, una podredumbre o una coliflor; nada existe previamente a este proyecto; nada hay en el cielo inteligible, y el hombre será ante todo lo que haya proyectado ser. No lo que quiera ser.”[1] Sartre antepone el proyecto al querer ser, porque desde su punto de vista querer ser algo implica una actitud consciente, y por ello posterior al proceso de constitución del ser humano. El proyecto va antes, y de ahí la importancia de su elección y de su desarrollo. Aunque, claro está, su realización o culminación, lejos de ser algo simple o sencillo, está siempre asediada, rodeada de acechanzas y desviaciones, que pueden conducir a su fracaso, a su frustración. Por eso, frente a ello es decisivo afirmar en plenitud la propia libertad. Mirar de frente, con el azul luminoso de los ojos que nunca retroceden. Arrastrar las piedras de la existencia con la fuerza que nos da aquello que queremos ser. Voluntad en el tiempo. Acción, mental y física, en la construcción de la vida. Soledad Córdoba en Resistencia.
[1] Jean-Paul Sartre (1945): El existencialismo es un humanismo. Trad. de Victoria Praci de Fernández; Edhasa, Barcelona/Buenos Aires, 2009, p. 29. |